Silvia Muralles y su esposo apoyando en un evento comunitario para registración de votantes

New Orleans, La – Su historia de determinación y servicio es un testimonio inspirador de cómo una persona puede marcar la diferencia en la vida de los demás.

En la década de 1980, cuando Silvia tenía tan solo 23 años, ella, su esposo y sus tres hijos emprendieron un viaje sin retorno desde su Guatemala natal debido a la creciente inseguridad política. “No es fácil dejar tus raíces, tus amistades, tus muebles, tus fotos”, reflexiona Silvia sobre ese momento. Sin embargo, decidieron llenar una maleta de sueños y buscar un futuro mejor en Estados Unidos.

Los trámites migratorios eran más sencillos en aquel entonces, y gracias a la petición del hermano de su esposo, pudieron viajar legalmente. A pesar de las dificultades, Silvia y su familia se establecieron en Wyoming, donde eran, en ese momento, una de las pocas familias hispanas. Sin conocer el idioma y con la responsabilidad de sacar adelante a su familia, Silvia y su esposo trabajaron arduamente en empleos humildes para asegurar un futuro mejor para sus hijos.

La determinación de la familia Muralles los llevó a aprender inglés, convencidos de que dominar el idioma era esencial para avanzar en su nueva vida. Después de tres años en Wyoming, decidieron mudarse a Louisiana para estar cerca de los padres de Silvia, siempre con la meta de superarse.

El deseo de Silvia de servir a la comunidad la llevó a trabajar como asistente del director en el Museo de River Town, trabajo que disfrutó mucho y donde conoció a muchas personas, pero su deseo de crecer la impulsó más lejos. Tan pronto obtuvo la ciudadanía estadounidense, buscó un puesto en la oficina de votantes de la parroquia de Jefferson. “Yo quería ver el proceso, yo quería saber de todo y como uno tiene derecho a soñar, yo ya me veía en Washington”, recuerda Silvia, mientras comparte su emocionante trayectoria desde ese momento. Cuando me senté en el escritorio me dije wow, ya estas aquí”, me dijo.  

Silvia Muralles y su esposo, se han convertido en una parte fundamental de la oficina de registración de votantes de la parroquia de Jefferson durante los últimos 23 años. Son los únicos latinos en la oficina y han brindado un trato especial a aquellos miembros de la comunidad que comparten su herencia. “Cuando veo llegar a un latino me siento feliz”, dice Silvia. “Los atiendo con cariño y les ofrezco los beneficios que hay, como votar por correo para los que no pueden llegar”.

A lo largo de los años, Silvia ha mantenido sus raíces culturales guatemaltecas en su hogar, donde se habla español, se disfrutan comidas tradicionales como frijoles y tortillas, y la marimba llena la casa con su música. “ Aunque por circunstancias de la vida un dia tuve que salir de Guatemala, Guatemala nunca salió de mi corazón” reflexiona. 

A silvia le queda poco tiempo para jubilarse, pero en sus palabras, no se trata de retirarse, sino de “un cambio de vida”. Tiene grandes planes para el futuro, y su compromiso con la comunidad sigue ardiendo. “Silvia quiere hacer más cosas, quiero ayudar más a la comunidad, tengo miles de planes, y van a escuchar mucho de mí”, concluye.

La historia de Silvia Muralles es un ejemplo de cómo una persona puede superar obstáculos, abrazar una nueva cultura y, al mismo tiempo, mantener sus raíces. Su dedicación a su familia y su comunidad es verdaderamente admirable, y su legado de servicio y esperanza perdurará mucho tiempo después de su jubilación. Silvia Muralles es una inspiración.